jueves, 19 de febrero de 2009

Una imagen que habla del amartelo de Cochabamba


¿Saben qué me conmovió ayer hasta el tuétano de los huesos? La devoción y la lealtad del cochabambino hacia sus símbolos.
Fui a buscar El Deber del martes a la plaza y me sugirieron que visitará la casona de los canillitas, es una vieja construcción en la Heroínas entre Baptista y Ayachucho, frente al arzobispado.
Allí vi un signo de esa identidad cochabambina que los académicos dicen que no existe, pero que yo la veo en esas pequeñas actitudes de reafirmación de los llajtamasis, como las de hacer llajwa y chichachón en pleno centro de Virginia EEUU o tener una liga de fútbol con cuatro equipos que se llaman Wilstermann.
En una de las descascaradas paredes de un improvisado comedor en mitad de un hediondo patio, colgaba la foto del prefe
cto que prefirió ceder el cargo antes que sumarse a la estupidez colectiva.
En el pecho de la foto de Manfred había engrampada una estampita de un Cristo de limpias. Abajo unos platos viejos y al rededor mucha pobreza. Aproveché sin pena el tiempo que una mujercita tarda en ir a buscarme el periódico para robarme una imagen del fenómeno.
En ese vejestorio de casona viven los canillitas, repartidores de diarios, gente humilde que siempre se jugó por Cochabamba, primera y última línea de cada paro cívico, gente a la que la Prefectura jamás trató como el gobierno a los cocaleros.
Sufren las represalias del alcalde, es el costo ingrato de ser manfredistas. Pero sufren con enteresa y firmeza. Esperan. Quieren que vuelva pero temen por él.
Mientras tanto, lo recuerdan y honran su memoria, está tan cerca de sus corazones como el pequeño cristo en la foto o como la foto en mitad de ese hogar colectivo.
Un rincón de Dios, hogar y trabajo, duro trabajo. Manfred está justo donde debe estar.
Evo puede hacer lo que quiera, incluso prender a Manfred si vuelve y encerrarlo junto a Leopoldo, pero creo que ya ha perdido la batalla del sentimiento k'ochala.
En el rincón más humilde de Cochabamba, la imagen de Manfred ha sobrevivido al intento de extirparlo de la memoria regional. Sus huevos, su corazón y su ética de constructor, le han vuelto otro emblema como la Lloyd o la Wilster. es harto ser un símbolo de una Cochabamba que solo rinde tributo al ñek'e para trabajar y a los cojones a la hora de pelear.
Lejos están los reciclados que tratan de aprovechar la ausencia del capitán para jugar a los líderes nuevos, de conquistar ese respeto y cariño que se ha ganado Manfred entre los más humildes. Que el gobierno corrupto y la derecha derrotada digan lo que quieran
, Manfred ya es un sentimiento regional.